Había una vez un pobre
leñador que regresaba a su casa después de una jornada de duro
trabajo. Al cruzar un puentecillo sobre el río, se le cayó el hacha
al agua. Entonces empezó a lamentarse tristemente:
-¿Cómo me ganaré el sustento
ahora que no tengo hacha?
Al instante, ¡oh,
maravilla!, una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al
leñador:
- Espera, buen hombre:
traeré tu hacha.
Se hundió en la corriente y
poco después reaparecía con un hacha de oro entre las manos.
El leñador dijo que
aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para
reaparecer después con otra hacha de plata.
- Tampoco es la mía -dijo el
afligido leñador.
Por tercera vez la ninfa
buscó bajo el agua. Al reaparecer, llevaba en sus manos un hacha de
hierro.
-¡Oh, gracias, gracias! ¡Esa
es la mía!
- Pero,
por tu honradez, yo te regalo las otras dos. Has preferido la
pobreza a la mentira y te mereces el premio.
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